Aprovechando que esta semana es el Día Mundial del Ictus os hemos preparado este artículo. Lo hemos dividido en tres apartados: detectar los signos de la enfermedad, prevención y rehabilitación. El enfoque debe ser general aunque nos gusta más los trabajos personales
Un ictus es una enfermedad aguda ocasionada por una alteración de la circulación de la sangre en el cerebro, puede ser isquémico (obstrucción de un vaso) o hemorrágico (rotura de un vaso).
Sin entrar en profundidades, según la Sociedad Española de Neurología, el ictus es la primera causa de mortalidad en mujeres españolas, y la segunda en hombres. Cada año se producen de 110.000 a 120.000 muertes en España, lo que se traduce en una muerte por ictus cada 14 minutos. En los últimos años, las tasas de letalidad por ictus han mejorado. Se entiende que esto puede deberse a múltiples factores, como la menor gravedad de los ictus, las medidas preventivas (hábitos saludables y reducción de factores de riesgo), y también al tratamiento agudo más precoz e intensivo. Es por ello que, se estima que en las próximas décadas aumente de manera significativa el número de personas que tengan que afrontar las secuelas neurológicas, físicas, cognitivas y emocionales que deja el ictus. Lo importante para que esto ocurra es detectarlo a tiempo y llamar al 112 para recibir atención inmediata y seguir los pasos que nos indiquen mientras esperamos la atención especializada.
DETECTAR UN ICTUS:
Gracias a las campañas preventivas que se han estado realizando, la población está más concienciada, pero no está demás aportar nuestro granito de arena en recordar los signos que nos pueden indicar que algo va mal.
- Debilidad, entumecimiento o parálisis de una parte del cuerpo.
- Dificultades para hablar o comprender.
- Pérdida súbita de visión, total o parcialmente.
- Vértigos, problemas de equilibrio o descoordinación de movimientos.
- Dolor de cabeza muy intenso y repentino, sin razón aparente.
PREVENCIÓN:
En nuestro concepto de preservar la salud, los orígenes de la enfermedad son individualizadas dependiendo de la gestión de las emociones que cada uno adopta para sobrevivir, así que dejamos esto a un lado y nos centramos en cosas básicas:
- Blanco y en botella (y no nos vale que nos digáis calcio): antecedentes familiares.
- Hábitos de vida poco saludables, edad …
Nuestras recomendaciones en este apartado se basan en dos factores profilácticos, la dieta y el ejercicio físico.
Numerosos estudios han demostrado y siguen haciéndolo que una dieta equilibrada junto con la práctica regular de actividad física leve a moderada reducen significativamente ( entorno a un 19% ) su incidencia.
- Actividad física leve o moderada:
¿A qué llamamos actividad física leve o moderada? Simplemente con dar largos paseos todos los días o coger la bicicleta evitaremos el sedentarismo caldo de cultivo para la mayoría de las enfermedades cardiovasculares. A mayor nivel de actividad física tanto en intensidad como en tiempo empleado mejor pero estas indicaciones deben estar supervisadas por profesionales médicos. Antes de comenzar a practicar un determinado deporte es recomendable hacerse un pequeño chequeo médico para saber como está nuestro cuerpo, si es capaz de soportar la carga de trabajo a la que queremos someterle.
Y por favor, escuchad a vuestro cuerpo, la conciencia corporal es fundamental. A partir de los 40 empezamos a notar como nuestro cuerpo comienza a funcionar diferente y entramos en competiciones absurdas para seguir pensando que estamos igual. Personas que jamás han hecho deporte pretender hacer maratones, empiezan a correr desaforadamente… El cuerpo, como la mente y las emociones hay que educarlas y entrenarlas. Busquemos ayuda para ver desde donde partimos y vayamos haciendo progresiones respetuosas con nuestro estado y condición.
- Alimentación:
En cuanto a la dieta, llevar una dieta basada en la dieta mediterránea ha demostrado reducir la tasa de ictus. Los puntos clave los podría resumir en:
- Evitar los alimentos refinados como pastas y harinas blancas, bollería, dulces en general.
- Aumentar el consumo de pescados grasos, salmón, atún… por su alto contenido en DHA y EPA.
- Reducir la carne roja, la sal y las grasas saturadas y trans presentes en muchos alimentos industriales como margarinas y bollería ya que su acción proinflamatoria degrada el sistema cardiovascular.
- Aumento de frutas, frutos secos preferiblemente crudos y cereales integrales por su alto contenido en fibra.
- Suplementación:
Nuestros tratamientos son complementarios a la medicina generalmente, pero es una inconsciencia suplementarse cuando hay patologías declaradas y consumo de fármacos sin un asesoramiento. No se debe duplicar los tratamientos, hay una tendencia a creer que los medicamentos naturales se pueden tomar sin control y muchas veces te encuentras con situaciones absurdas en que las personas se toman cualquier cosa recomendada por su vecina y que no tiene en cuenta las patologías de cada persona, el consumo de fármacos … Eso puede poner en riesgo a la persona, el cuerpo comienza a funcionar de forma diferente y puede costar más identificar un trastorno fisiológico y genera uno económico. Nuestro cuerpo funciona mejor desde “menos es más”, poco pero bien dado. No sirve de nada tomar 20 cosas que colapsen nuestro sistema y que impidan la absorción. Por favor, en ningún caso buscamos sustituir una terapia médica. Consultar, llevar historiales… en resumen, responsabilizaros adecuadamente de vuestro cuerpo y ser francos con los profesionales que os atienden.
Nuestras recomendaciones:
Hasta ahora los estudios estabas dirigidos al uso de DHA como preventivo en estos casos.
Actualmente los estudios se centran en las estatinas que podrían disminuir la incidencia de ictus, con una reducción de riesgo relativo del 21%
Nuestra recomendación natural es la prevención con DHA 1000 y LIPSAN para mantener el cerebro y el colesterol controlados y Megavascusan que fortalece las paredes de las arterias y venas. Como hemos comentado, consultad!!! Un ejemplo: El megavascusan contiene algas kelp ricas en yodo, por lo que entre otras cosas debemos separar dos horas el consumo de antibióticos. Debe ser consumido con estómago lleno (no vale consumir una ensaladita).
Pasamos ya a la parte final de este artículo, una vez que ya ha ocurrido.
REHABILITACIÓN:
¿Qué podemos hacer para ayudarnos en la recuperación?:
Se hace indispensable el trabajo multidisciplinar en la recuperación y rehabilitación del ictus, y el aspecto psicológico no podía faltar.
Consultaremos los pasos previos a este apartado con nuestro médico y añadimos dos factores fundamentales a rehabilitar:
- Físico:
Iniciar dentro de los primeros 60 días después del trauma es fundamental para una buena recuperación. Depende de la gravedad habrá casos que previo a un entrenamiento activo tengan que pasar por uno pasivo. La conciencia corporal, incorporar ejercicios guiados por un profesional, logopeda, masajes, trabajos de marcha, cadenas musculares … y lo más importante, ser constantes y responsabilizarnos. No se recupera pasivamente una persona, no es suficiente ir media hora o 1 hora al día o a la semana a un espacio en el que te ayuden. Hay que coger el toro por los cuernos y seguir las pautas que nos den diariamente como el pasodoble. El resultado va a ir en función del grado de la lesión y de las excusas que nos permitamos. Así que seamos amorosos con nosotros o con nuestros familiares que hayan sufrido el traúma pero, no condescendientes. Todo se entrelaza con nuestro siguiente apartado.
- Psicológico:
Son muchas las afecciones psicológicas que se presentan en las personas que sobreviven al ictus. Ansiedad generalizada, irritabilidad, sentimientos de incapacidad y no valía, depresión, soledad, sensación de incomprensión, confusión, pérdida de identidad y desajustes conductuales son solo algunas de ellas.
La propia incapacidad cognitiva y física que provoca el ictus supone un gran golpe en la identidad de la persona. De pronto, se convierte en alguien dependiente, que no puede valerse por sí mismo para llevar a cabo muchas de las actividades que antes realizaba, algunas de ellas, de lo más simples. Esto supone perder parte de la identidad propia, tener que ajustarse a una nueva vida en la que siente ser una persona diferente, y que, además, ha perdido muchas de sus facultades. Inevitablemente, se va a pasar por un proceso de desvalorización y no autoaceptación. Si no se cuenta con ayuda psicológica, el riesgo de padecer una depresión crónica aumentará.
El ictus, además, supone una experiencia traumática. En este sentido, pueden aparecer síntomas propios del Estrés Postraumático. La persona vive con el temor a que esto pueda volver a repetirse. Los flashbacks, las pesadillas, la labilidad emocional y la irritabilidad son algunas de las consecuencias.
Como comentábamos al principio, la persona experimenta confusión y al mismo tiempo incomprensión. Las relaciones sociales se ven afectadas, no solo por la apatía, sino por la dificultad en el habla, en la movilidad… Por todo ello, el sentimiento de soledad acabará por aparecer.
El impacto neurológico, físico y cognitivo depende de la gravedad de cada caso, por ello, el tratamiento psicológico deberá adaptarse a cada paciente en función de sus necesidades y de las habilidades afectadas. De igual manera, el trabajo terapéutico con las familias es de vital importancia. Tengamos en cuenta que el dolor experimentado y los cambios en la rutina y en el propio núcleo familiar, tanto a nivel relacional, como en cuanto a desempeño de roles y funciones, harán que sea necesario un proceso de adaptación y asimilación de todos los implicados.
Así que, la reeducación del cuerpo físico, emocional y mental es crucial para aprender a vivir de manera funcional tras lo sucedido.
Esperamos que os resulte interesante, gracias por leernos.
Centro Cenith
Txema Blanca, Sara Freire, Noelia Mendive, Carolina Cornide y Lorena I. Santiago